1. Eduardo, ¿cómo fue el proceso de escribir ‘Epílogo en sangre’, la cuarta entrega de tu saga ‘El Libro Lacre’? ¿Hubo algún reto particular que tuviste que superar?
El proceso con el que gesté esta historia fue a costa de aprovechar casi cualquier rato suelto para sentarme ante el teclado y seguir los puntos principales que ya tenía trazados, para dar coherencia y la forma deseada a la narración. Leo siempre el último capítulo, para lograr continuidad en la trama y no olvidarme de nada de lo ya escrito (tengo una pésima memoria) y, a partir de ahí, improvisando, inspirándome en cientos de cosas (lecturas, películas, canciones, conversaciones, mi trabajo, la actualidad), poner negro sobre blanco ese guion primario en la forma de los párrafos y palabras que busco. Como reto, quizá fuese compaginar todo el tiempo que lleva crear una obra como esta con mi otra faceta profesional, la de ingeniero, que también demanda su atención y muchas horas.
2. ¿Qué te inspiró a crear el mundo fantástico de Homeria y sus complejas criaturas? ¿Hubo algún evento o lectura en particular que te motivara?
Al responder a este tipo de cuestiones siempre debo hacer referencia al profesor Tolkien, cuya obra me impactó e inspiró hasta cotas que no puedo explicar con palabras. Homeria no es tan compleja, detallada ni extensa como su Arda aunque sin duda sus palabras «comencé con un mapa y luego hice que la historia encajase» fueron en mi caso un buen punto de partida. Pero yo, tan lejos de Tolkien como estoy y tan cabezón y tendente a hacerlo todo al revés como soy, lo hice al revés: escribí mi primer capítulo, advertí que esos pocos párrafos eran la puerta de entrada a un mundo que iba a resultar mucho más extenso y decidí que debía pintarlo en un mapa, que fue el boceto de lo que luego terminó siendo Homeria.
3. ¿Cuál ha sido tu mayor miedo o duda al exponer tu trabajo literario al público? ¿Cómo lo has manejado a lo largo de tu carrera?
Mi mayor miedo para decidirme a mostrar mi creación al público fue el mundillo literario en su conjunto, todo eso que está más allá del proceso de creación. No tengo problemas en hablar de mi obra, pero no sé buscar por mi cuenta los foros adecuados para hacerlo. No me importa, incluso me gusta, pensar en la apariencia de mis libros, pero me cuesta mucho enfrascarme en el diseño de una portada. Todo lo relacionado con la difusión y distribución de los libros era y es, aunque cada día un poco menos, por suerte, un misterio para mí, la parte de todo esto para lo que más necesito de alguien que me ayude.
4. Vivir del arte puede ser complicado. ¿Cómo ha sido tu experiencia como escritor en este sentido? ¿Es difícil mantener un equilibrio entre la pasión y la estabilidad financiera?
Todavía no ha llegado el momento en que pueda vivir de mi obra como escritor. Tengo otra faceta profesional que es la que me aporta lo necesario para vivir hasta la fecha y, además, algún extra para poder dedicarlo a esta otra pasión (ya es mucho más que una simple afición) de la escritura. Así pues, este equilibrio, de momento, lo sobrellevo bastante bien. Lo peor de todo es que las horas dedicadas al trabajo con intención pecuniaria son horas robadas a la escritura. Quizá algún día, si por arte de magia me vuelvo más valiente de lo que soy ahora, me atreva a abandonar, aunque nunca será del todo, la ingeniería y dedicarme por completo a la literatura. Entonces quizá esta compaginación cuasiperfecta de la que disfruto hogaño no sea tan buena o, ¿por qué no?, con mayor dedicación consiga mejores obras y, así, el éxito total en las letras. Solo el tiempo lo dirá.
5. La formación en Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos parece una carrera alejada de la literatura. ¿Cómo has integrado ambos mundos en tu vida y obra?
Considero que no son mundos tan alejados y, desde luego, no excluyentes. Muy poca gente sabe, por ejemplo, que el primer nobel de literatura español era un ingeniero de caminos, canales y puertos, como yo: José Echegaray, que ganó el premio en 1904. Y no es el único: Juan Benet era también ingeniero de caminos, Dostoyevski era ingeniero militar y, de los más recientes, Liu Cixin, autor de «El problema de los tres cuerpos» es ingeniero también, aunque no sé de qué especialidad… La ingeniería de infraestructuras, a la que me dedico, y la ciencia en general, a la que soy aficionado, sin duda influyen en lo que escribo: en mis textos se habla de obras, puentes, cunetas, firmes, edificios, química o geología. Las distancias en mis textos están controladas, del mismo modo que los tiempos que tardan en cubrirse, según las velocidades medias que calculo, distintas para cada medio de transporte. En ciertos pasajes incluso la ciencia de materiales ha tenido cierto protagonismo, algo que parecería imposible en una novela de fantasía, pero sucede en esta. Y, por supuesto, están los mapas, hechos por mí mismo, tan importantes en novelas de este género y que son muy similares a los planos con los que trabajo cada día.
6. ¿Podrías contarnos sobre algún momento significativo en tu carrera literaria que haya marcado un antes y un después en tu vida como autor?
Es algo muy prosaico, pero sin duda el instante en que decidí que todo eso (el manuscrito de entonces eran casi dos libros) que ya tenía escrito debía ver la luz fue un hito muy relevante para mí. Hasta ese instante todo había transcurrido, bien o mal, con sus aciertos o errores, entre mis textos y yo, entre concursos literarios desde la comodidad de la lejanía o colaboraciones con prensa también en la distancia. Pero, a partir de ese día, mi obra se abría al mundo y mi carrera como escritor comenzaba, pues debía presentarla, defenderla e intentar promocionarla. Eso, en un ambiente en el que todavía me siento un neófito aunque no lo sea, fue un paso que me costó dar y en el que aún estoy trabajando: esa parte de promocionar y difundir mis obras es el aspecto de esta tarea para el que más ayuda necesito.
7. ¿Qué sientes cuando creas y desarrollas tus historias? ¿Hay algún aspecto de la escritura que encuentres particularmente gratificante o desafiante?
Me considero un simple contador de historias y nada más con eso, con hacer llegar a alguien una historia en la pretensión de que le agrade, le guste cómo está contada y, en lo posible, le haga pensar un poco, ya me siento bien pagado. Si años más tarde algún suceso retrotrae al lector hacia algún pasaje de su vida del momento en que mis historias llegaron a su vida, que sea capaz de recordarlas me parece un premio más allá de lo imaginable. Me veo como ese abuelete que, a la luz del fuego, cuenta cuentos a los niños pequeños de su familia, aunque los míos no sean historias precisamente para niños. El reconocimiento o la fama, siempre deseables, no son mi motivación para esto a lo que me dedico. Quizá debe reconocerme satisfecho cuando logro poner sobre una página un paisaje que conozco, de mis queridos San Vicente o Cantabria, por ejemplo, convenientemente filtrado, si su lectura resulta tan inolvidable para el lector como resultó para mí su vista. Sí, esa es una parte de esta tarea de escribir acerca de mundos inventados que me resulta especialmente atractiva.
8. ¿Qué mensaje o sentimiento esperas transmitir a tus lectores a través de ‘Epílogo en sangre’ y la serie ‘El Libro Lacre’? ¿Hay alguna reflexión personal que quisieras compartir?
No soy mucho de intentar transmitir ideas con mis novelas, aunque en algún pasaje las palabras del narrador o de algunos personajes puedan encerrar mensajes, más o menos explícitos. Pero son mis personajes, los que dan esos mensajes, no yo. No intento aleccionar a nadie, sino tal vez hacer pensar, además de proporcionar unas novelas de bella factura que entretengan y fascinen al tiempo. Pero, si tuviera que escoger alguno, el mensaje podría ser, aunque yo soy bastante pesimista en general, que la esperanza siempre está ahí, a la vuelta de la esquina. Por muy negras que se vean las cosas, todo puede arreglarse, aunque la ventura para ti signifique la desgracia para otro. También que la cultura, la ciencia y la educación, como vías para el progreso, ayudan más que cualquier ser individuo o cualquier fe a la mejora de cualquier sociedad, de este mundo o de otro tan lejano como es Homeria. No en vano, el personaje más importante de esta saga es un libro, el Libro Lacre.