Hay autores que escriben para contar historias y otros que escriben para sobrevivir a ellas. Brais G. García pertenece a este segundo grupo. Nacido en Ourense en 1994 y formado en Filosofía, su literatura se construye desde un territorio íntimo donde la vulnerabilidad no se disfraza y la lucidez no suaviza el golpe. Veneno en los huesos, su primera novela, no es un debut complaciente: es una inmersión directa en los pliegues más incómodos del amor, la dependencia y la identidad.
La novela inaugura la saga Pharmakos, un proyecto literario que toma su nombre de la figura griega del chivo expiatorio, aquello que es a la vez veneno y remedio. Esa ambigüedad atraviesa toda la obra. En Veneno en los huesos, amar puede salvar, pero también puede corroer lentamente, infiltrarse en el cuerpo y quedarse ahí, enquistado, hasta los huesos.
La prosa de Brais G. García es directa, visceral, sin ornamentos innecesarios. No busca embellecer el dolor ni convertirlo en espectáculo. Al contrario: lo expone con una honestidad que incomoda porque resulta reconocible. Sus personajes se mueven en relaciones donde la necesidad de pertenecer supera la capacidad de sostenerse a uno mismo, y ese desequilibrio emocional se convierte en el verdadero motor del relato.
Uno de los grandes aciertos de la novela es su fidelidad a la verdad emocional. Aunque la historia sea ficción, todo lo que ocurre en sus páginas nace de una experiencia interna auténtica. El lector no asiste a una lección moral ni a un manual de redención, sino a un acompañamiento: un descenso compartido por un territorio donde amor, pérdida y deseo se mezclan sin filtros ni juicios.
Brais G. García escribe desde un lugar donde la identidad no es algo estable, sino algo que se fractura y se recompone a lo largo del vínculo con otros. Le interesa explorar qué ocurre cuando un lazo afectivo se convierte en límite, cuando amar implica perder partes de uno mismo y cuando la reconstrucción exige aceptar que algo tiene que romperse para que algo nuevo pueda existir.
La pregunta que atraviesa Veneno en los huesos —¿qué parte de nosotros tiene que morir para que algo nuevo empiece a vivir?— no busca una respuesta cerrada. Funciona como una herida abierta que el lector carga consigo al cerrar el libro. Esa es, quizá, la mayor virtud de la obra: no tranquiliza, no resuelve, no consuela del todo. Acompaña.
Con esta primera novela, Brais G. García se posiciona como una voz a seguir dentro de la narrativa contemporánea que se atreve a mirar de frente la fragilidad, sin convertirla en debilidad. Veneno en los huesos no es una lectura cómoda, pero sí necesaria: un espejo oscuro donde muchos lectores reconocerán, sin quererlo, algo de su propio veneno… y tal vez también de su posible cura.

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